Balance 2025: reconfiguración global y nuevo escenario para Argentina

En un año marcado por la caída del consumo y la presión sobre los costos logísticos, Argentina atravesó una reconfiguración profunda en sus flujos de comercio exterior.

Por Lucas Bianchi

CEO y Founder de Interborders

El 2025 fue un año que puso a prueba la capacidad de adaptación del comercio internacional y de todas las empresas que operan en la cadena logística. El volumen global del comercio creció un 4,9% interanual en la primera mitad del año, superando las expectativas iniciales y llevando a la OMC a proyectar un crecimiento anual del 2,4%, aunque con una marcada desaceleración prevista para 2026, donde el incremento sería apenas del 0,5%. Para un país como la Argentina, que depende en buena medida de la competitividad logística para sostener su inserción comercial, estas cifras no son anecdóticas: determinan oportunidades, tensiones y márgenes de maniobra.

La región, por su parte, también atravesó un año singular. Sudamérica incrementó sus importaciones un 14,7% y sus exportaciones un 7,4%, impulsada por el movimiento de bienes de capital, insumos industriales y equipamiento químico. Ese crecimiento, sin embargo, convivió realidades internas complejas: costos crecientes, demoras operativas, marcos regulatorios desalineados y un consumo más débil que afectó a gran parte de la cadena de valor.

En la Argentina, la contracción del mercado interno fue determinante. Menos consumo implica menos rotación, menos importaciones y menor actividad logística. El impacto no fue uniforme, pero sí contundente: sectores que dependen del movimiento constante de mercaderías vieron reducirse sus volúmenes de trabajo, mientras que otros encontraron margen de crecimiento en la diversificación y en la integración regional mediante corredores como Chile, Uruguay o Paraguay.

A estos desafíos se sumó la transformación del comercio transfronterizo impulsado por plataformas como TEMU, que introdujeron una lógica de envíos fragmentados, rápidos y de bajo costo. Esta dinámica tensionó aún más a las aduanas, obligó a revisar procesos documentales y expuso las limitaciones estructurales del país para absorber picos de demanda digital. El fenómeno no es meramente tecnológico: redefine reglas de competencia, hábitos de consumo y exigencias operativas. En un mercado donde el 70% de los movimientos logísticos dependen de importadores, cualquier variación en el nivel de actividad del comercio electrónico se siente de manera inmediata.

Aún así, el 2025 dejó señales de que la logística argentina tiene margen para fortalecerse. En un contexto restrictivo, muchas empresas (grandes y medianas) reevaluaron sus estrategias, priorizaron la eficiencia, ampliaron su base de clientes o buscaron alternativas regionales para sortear cuellos de botella. Este tipo de decisiones tácticas explica por qué, pese a la caída del consumo, parte del sector logró mantener niveles de actividad razonables. El desafío de fondo, sin embargo, no es operativo sino sistémico: la Argentina necesita políticas públicas que fomenten la previsibilidad, reduzcan la carga regulatoria y, sobre todo, impulsen el consumo interno. Cada punto de recuperación del mercado se traduce en más importaciones, más trabajo logístico y más dinamismo para toda la cadena.

De cara a 2026, el país enfrenta un escenario global menos expansivo y más exigente. La logística argentina deberá enfocarse en eficiencia, integración regional y adopción tecnológica para competir en un entorno que no ofrecerá demasiados márgenes de error.

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