El escenario argentino no es trivial. Según datos de CEIC, el tiempo de estadía promedio de buques en los puertos clave ha mostrado incrementos preocupantes: por ejemplo, en San Nicolás los barcos permanecen en promedio 4,2 días, mientras que en San Lorenzo los buques de carga seca (dry bulk) llegan a 2,5 días, y en ocasiones estos plazos se disparan. Este tipo de congestión, que ya es estructural, se ve agravada cuando los volúmenes de carga se disparan hacia fin de año.
Además, un reciente informe señala que el Puerto de Buenos Aires y Dock Sud dominan con amplitud el movimiento de contenedores en el país. En el primer semestre de 2025, juntos movilizaron más contenedores que cualquier otro puerto argentino, mientras que el tercer lugar, el puerto de Zárate, quedó a mucha distancia, lo que genera cuellos de botella y reduce la eficiencia operativa.
Por su parte, los procesos aduaneros no escapan de la presión. Según un reporte de DSV sobre mercados logísticos recientes, los despachos enfrentan demoras promedio de 15 a 20 días, con verificaciones de canal que pueden extenderse entre 8 y 10 días.
En un contexto donde la demanda se concentra hacia fin de año, esta fricción se vuelve más crítica, y no basta con planificar sólo en términos de volumen: la previsibilidad operativa es esencial. El riesgo de no anticiparse es real y multidimensional. Frente al factor climático, por ejemplo, no alcanza con monitorear pronósticos generales: es imprescindible incorporar alertas meteorológicas específicas para rutas marítimas y aéreas, considerar ventanas alternativas de zarpe, prever desvíos operativos y reforzar la planificación de tiempos.
En contextos de congestión portuaria y aeroportuaria, la medida clave es la reserva anticipada de espacio, junto con una programación flexible que contemple posibles reprogramaciones, priorización de cargas críticas y coordinación directa con operadores y terminales para obtener visibilidad en tiempo real del estado operativo.
En lo aduanero, la prevención se traduce en documentación completa, correcta y presentada con margen suficiente, verificación previa de posiciones arancelarias, control de requisitos técnicos y sanitarios, y seguimiento activo de cada despacho para reducir el impacto de eventuales canales de verificación.
A esto se suma la necesidad de asegurar la continuidad operativa mediante contratos logísticos estables, proveedores alternativos, planificación de stock de seguridad y evaluación constante de la cadena de suministro en su conjunto. Sin estas medidas, la empresa queda expuesta no sólo a retrasos en la entrega, sino también a sobrecostos por almacenaje, demoras portuarias, penalidades contractuales, ruptura de compromisos comerciales y, lo más delicado, pérdida de credibilidad frente a clientes y socios estratégicos.
En este contexto, anticiparse deja de ser una recomendación y pasa a ser una herramienta de gestión indispensable para atravesar con éxito el periodo más exigente del calendario comercial.
Desde Interborders entendemos que, en este escenario de alta presión operativa, la planificación deja de ser una tarea administrativa para convertirse en una decisión estratégica. Anticipar embarques, asegurar cupos con previsión, fortalecer la coordinación con todos los actores de la cadena y sostener la continuidad logística, incluso en picos de demanda, es hoy la única manera de reducir riesgos y preservar la previsibilidad en los meses más exigentes del año.
Por: Patricio Pizzoglio. Business Development Manager de Interborders
Con el cierre del año comercial aproximándose, muchas empresas argentinas se enfrentan a un dilema logístico que puede marcar la diferencia entre entregas exitosas o clientes insatisfechos. No se trata sólo de mover mercadería: en temporada alta, cada día cuenta, y los costos ocultos de la desidia organizativa se vuelven más visibles que nunca.
El escenario argentino no es trivial. Según datos de CEIC, el tiempo de estadía promedio de buques en los puertos clave ha mostrado incrementos preocupantes: por ejemplo, en San Nicolás los barcos permanecen en promedio 4,2 días, mientras que en San Lorenzo los buques de carga seca (dry bulk) llegan a 2,5 días, y en ocasiones estos plazos se disparan. Este tipo de congestión, que ya es estructural, se ve agravada cuando los volúmenes de carga se disparan hacia fin de año.
Además, un reciente informe señala que el Puerto de Buenos Aires y Dock Sud dominan con amplitud el movimiento de contenedores en el país. En el primer semestre de 2025, juntos movilizaron más contenedores que cualquier otro puerto argentino, mientras que el tercer lugar, el puerto de Zárate, quedó a mucha distancia, lo que genera cuellos de botella y reduce la eficiencia operativa.
Por su parte, los procesos aduaneros no escapan de la presión. Según un reporte de DSV sobre mercados logísticos recientes, los despachos enfrentan demoras promedio de 15 a 20 días, con verificaciones de canal que pueden extenderse entre 8 y 10 días.
En un contexto donde la demanda se concentra hacia fin de año, esta fricción se vuelve más crítica, y no basta con planificar sólo en términos de volumen: la previsibilidad operativa es esencial. El riesgo de no anticiparse es real y multidimensional. Frente al factor climático, por ejemplo, no alcanza con monitorear pronósticos generales: es imprescindible incorporar alertas meteorológicas específicas para rutas marítimas y aéreas, considerar ventanas alternativas de zarpe, prever desvíos operativos y reforzar la planificación de tiempos.
En contextos de congestión portuaria y aeroportuaria, la medida clave es la reserva anticipada de espacio, junto con una programación flexible que contemple posibles reprogramaciones, priorización de cargas críticas y coordinación directa con operadores y terminales para obtener visibilidad en tiempo real del estado operativo.
En lo aduanero, la prevención se traduce en documentación completa, correcta y presentada con margen suficiente, verificación previa de posiciones arancelarias, control de requisitos técnicos y sanitarios, y seguimiento activo de cada despacho para reducir el impacto de eventuales canales de verificación.
A esto se suma la necesidad de asegurar la continuidad operativa mediante contratos logísticos estables, proveedores alternativos, planificación de stock de seguridad y evaluación constante de la cadena de suministro en su conjunto. Sin estas medidas, la empresa queda expuesta no sólo a retrasos en la entrega, sino también a sobrecostos por almacenaje, demoras portuarias, penalidades contractuales, ruptura de compromisos comerciales y, lo más delicado, pérdida de credibilidad frente a clientes y socios estratégicos.
En este contexto, anticiparse deja de ser una recomendación y pasa a ser una herramienta de gestión indispensable para atravesar con éxito el periodo más exigente del calendario comercial.
Desde Interborders entendemos que, en este escenario de alta presión operativa, la planificación deja de ser una tarea administrativa para convertirse en una decisión estratégica. Anticipar embarques, asegurar cupos con previsión, fortalecer la coordinación con todos los actores de la cadena y sostener la continuidad logística, incluso en picos de demanda, es hoy la única manera de reducir riesgos y preservar la previsibilidad en los meses más exigentes del año.
Por: Patricio Pizzoglio. Business Development Manager de Interborders