Hace nueve años, un número cambió mi forma de ver la vida. No fue el resultado de un negocio, ni una métrica financiera. Era un simple indicador en mi celular que medía mi nivel de estrés cada mañana. Ese dato, aparentemente insignificante, fue el punto de partida de un proceso de transformación que sigue hasta hoy.
En ese entonces, mis días eran una carrera constante. Como ingeniero y empresario, vivía midiendo resultados: ventas, márgenes, productividad. Pero nunca había pensado en medir algo tan esencial como mi paz interior. Hasta que lo hice. Y descubrí que estaba en guerra conmigo mismo: más de la mitad de la semana me sentía estresado, cansado y con la mente en piloto automático.
La curiosidad me llevó a explorar herramientas que pudieran darme información sobre mi bienestar. Empecé a usar dispositivos con sensores que miden más de veinte indicadores de salud, entre ellos varios ligados a la frecuencia cardíaca, la calidad del sueño, los niveles de estrés y las ondas cerebrales alpha, beta, gamma, theta y delta. Incorporé la meditación y ejercicios de atención plena. Lo interesante fue que estos dispositivos ofrecían biofeedback: me mostraban en tiempo real cómo reaccionaba mi cuerpo y mi mente.
Al principio parecía un experimento personal. Pero con el tiempo, los datos mostraron algo más profundo: mi frecuencia cardíaca en reposo bajó de 60 a 47 latidos por minuto, dormía dos horas más por noche y duplicaba el tiempo de sueño profundo. Y lo más importante: pasé de sentirme estresado cuatro días a la semana a menos de uno.
Medir me enseñó algo que había aprendido en la universidad, pero que nunca había aplicado a mi vida: lo que no se mide, no se puede mejorar. Y todo lo que realmente importa (nuestra salud, nuestras relaciones, nuestro equilibrio) vale la pena ser medido.
Con el tiempo, entendí que la atención plena es el verdadero antídoto del multitasking. No se trata de hacer menos, sino de hacer una cosa a la vez con conciencia. Cuando estamos presentes, la calidad de nuestras decisiones mejora, nuestros vínculos se fortalecen y la mente se aquieta.
Esta práctica diaria de diez minutos se volvió un hábito tan arraigado que, sin darme cuenta, fui incorporando en varios aspectos en mi vida. Y también influyó en la forma en que ejerzo el liderazgo. En Santex, una empresa de tecnología con equipos distribuidos en distintos países, entendimos que el bienestar no es un beneficio extra, sino un paradigma que define nuevas estrategias. Tener equipos innovadores y sustentables no solo es consecuencia de contar con personas íntegras, con energía, propósito y equilibrio. Hay que entrenar estas habilidades para desarrollarlas y mantenerlas ágiles.
Por eso, el wellness corporativo es hoy un pilar de nuestra cultura. No solo promovemos pausas activas o espacios de relajación; también medimos el bienestar de los colaboradores. Evaluamos niveles de estrés, calidad del sueño y percepción de satisfacción respecto de varios aspectos de su entorno personal y laboral. Lo hacemos para aprender a mejorar de forma constante y genuina.
La persona es un todo integrado, por eso tengo la sensación de que medir únicamente lo que una persona produce es obsoleto, que no nos da información profunda que ayude al desarrollo integral de la misma. Medir el bienestar en su totalidad ya no es una moda ni un lujo, es una necesidad en este mundo tan abrumado por las notificaciones.
Hoy miro hacia atrás y veo que esa curiosidad inicial por un número me llevó mucho más lejos de lo que imaginé. El cambio es constante y la incertidumbre es parte de nuestro dia a dia y las crisis llegarán, sin embargo no es necesario morir para renacer, solo se necesita tomar conciencia, observarse y dedicar unos minutos al día a reconectar con lo que realmente importa.
Por: Por Walter Abrigo. Socio y Director General de Santex